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lunes, 11 de agosto de 2014

Cómo sobrevivimos a los temidos cólicos del lactante

Recuerdo que las primeras semanas de vida de Hugo fueron bastante duras para unos padres novatos como nosotros. Indiscutiblemente ambos irradiábamos felicidad, pero también cansancio y miedo ante el desconocimiento de no saber cómo actuar en cada momento. Además, tuve una recuperación complicada, ya que mi ratón vino al mundo por cesárea, y los puntos no se curaban como debía ser. Estaba cansada y dolorida, y asustada. Eso sí, siempre estaré agradecida a mi pareja por cómo respondió en esos momentos, pues no sólo cuidaba de su hijo, sino también de mí.

Por si esto fuera poco, Hugo tuvo durante los primeros meses los temidos cólicos del lactante: Para nosotros era desesperante, pues le venían a todas horas, y llegaba un punto en el que ya no sabíamos cómo calmarle, qué darle para aliviarle, en qué postura ponerlo, etc. Y lo peor, tampoco sabíamos cómo calmarnos nosotros. Eso es algo que terminé aprendiendo cuando ya pasamos esta fase: Si los padres están nerviosos, irremediablemente ese estado de nervios se le transmite al bebé, y por tanto, será difícil encontrar la calma.





Ese fué el tema estrella de las primeras visitas al pediatra. Recuerdo que cuando le comentamos en la primera revisión nuestra inquietud en cuanto a los contínuos dolores de tripa de nuestro bebé, se limitó a palparle la barriguita para a continuación emitir su diagnóstico: "son los cólicos del lactante...todo está dentro de la normalidad". ¿Perdona? Llevamos días sin dormir, mi niño se encuentra en un sufrimiento constante, y mas sufro yo como madre ante la impotencia de no poder hacer nada...¿y eso entra "dentro de la normalidad"?. En ese momento se ponen en marcha en mi interior mis histerismos maternales, pero tragué saliva y disimulé, para preguntarle a continuación: "¿y qué puedo hacer para que desaparezcan??" .


El pediatra esbozó una sonrisa, y contestó: "No puedes darle nada para que desaparezcan los cólicos. Desaparecerán por sí solos cuando llegue el momento. No existe nada que los elimine. Con suerte puedes encontrar algo que le alivie, pero no van a desaparecer. Pueden durar incluso durante todo el primer año de vida".



No salía de mi asombro. ¡Un año sin dormir!! ¿Eso era lo que nos esperaba?. Cuando me dí cuenta, estaba en la farmacia comprando unas infusiones. Es lo que me había recetado...infusiones...infusiones que posiblemente no le harían ningún efecto, pero yo, supermamá novata con una "L" gigante a mis espaldas como la copa de un pino, fuí de inmediato a comprárselas "porque lo había dicho el pediatra", y aunque me había sentido como una tonta y no me habían gustado sus argumentos, era la única opción que me había dado para aliviar los dichosos cólicos, así que no me quedaba otra.


Y como era de esperar...el pequeño ratón seguía retorciéndose con sus dolores de tripa. Ni infusión, ni masajitos, ni nada de nada.... Los paseos por ese eterno pasillo de casa, con Hugo boca abajo, meciéndolo hacia un lado y hacia otro, a cualquier hora del día y de la noche...se hacían interminables.

En ese momento entra en escena la familia, y concretamente...¡¡las abuelas!! A día de hoy tengo que agradecer enormemente el gran trabajo que hicieron (y siguen haciendo) cuidando tanto al bebé como a los papás. De mi salud mental cuidaron pero que muy mucho, porque entre el cansancio, mis hormonas revolucionadas, y mis sentimientos a flor de piel, no había quien me aguantara. ¡ Que poco valoramos a veces su gran experiencia!!.

Recuerdo llamar a mi madre desesperada tras varias horas intentando calmar a Hugo sin éxito. No tardaba ni 10 minutos en aparecer por la puerta. Me pareció increible lo que veía: ella lo cogía, lo ponía boca abajo, y lo mecía a un ritmo suave y pausado. En menos de 5 minutos, el niño estaba tranquilo, durmiendo plácidamente. Por un lado, me fascinaba lo que veía, y evidentemente me alegraba enormemente del resultado...por otro lado, me sentía ridícula e inutil...¿cómo puede ser que una madre no sea capaz de calmar a su hijo?? ¿¿que estaba haciendo mal?

Lo que hacía mi suegra también era digno de admirar: cogía a Hugo y lo ponía boca abajo sobre sus piernas, y le daba un suave masaje en la espalda...¡¡Mano de santo!! A los 5 minutos el niño estaba frito.

Yo intentaba copiar literalmente cada movimiento, cada gesto, entonar las mismas canciones de cuna, pero no era capaz de causar el mismo efecto que le causaban las abuelas...


Fueron meses complicados. Al final, aprendimos a sobrellevarlo, a armarnos de paciencia, a base de muchos paseos por el pasillo y muchas noches en vela...y un día, a los 5 meses...desaparecieron. Así, sin mas.

Hoy tengo claro que, ni yo era tan "inutil", ni el pediatra estaba falto de razón, ni las abuelas tenían una varita mágica que con un toque hacían desaparecer todos los males. Simplemente, todo es parte del proceso, y es cierto que la inexperiencia nos hace a veces perder los nervios. Pero lo que nunca debemos olvidar, y tenemos que llevar grabado a fuego, es que, para nuestro hijo, somos y seremos siempre los mejores padres del mundo, y con nuestro amor y cariño, somos capaces de aliviar el llanto mas desconsolado, y hacer de ellos niños inmensamente felices.

 Y evidentemente, los abuelos y las abuelas tienen un papel muy importante en todo este proceso, pues  sus consejos y su experiencia son esenciales para hacer este viaje mucho mas sencillo. ¡¡Gracias, gracias, gracias!!!




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